14 DE MARZO: DÍA MUNDIAL DE LAS MATEMÁTICAS
Héctor Rojas Castro, director de la Escuela de Pedagogía en Matemática y Computación de la Universidad Católica del Maule.
La UNESCO, en noviembre 2019, consideró celebrar el 14 de marzo como el “Día Mundial de las Matemáticas”. La fecha viene de la celebración del “Día de π”, propuesto por el físico estadounidense Larry Shaw, quien notó el parecido entre la fecha 3-14 (14 de marzo, en la nomenclatura estadounidense, donde se indica el mes primero y luego el día) y la aproximación más popularmente conocida de π, el 3,14 (¡Sí!, π, el número irracional que asociamos al área y al perímetro de las circunferencias, tiene su día). La intención de tal celebración tiene que ver con generar un espacio de divulgación científica, que destaque el rol de la matemática y su enseñanza frente a los desafíos que se plantean en el mundo actual.
Pero ¿es tan importante la matemática cómo para merecer un día de nuestro calendario? La respuesta, para mí, es evidentemente que sí (de lo contrario no tendría sentido preparar esta columna, y yo no podría presentarme orgullosamente como profesor de matemática y computación).
Una primera razón de este categórico sí es, por supuesto, que la matemática (nos guste o no) es parte de prácticamente todo lo que hacemos. Es un actor clave, y generalmente invisible, en toda nuestra cotidianidad. Está presente desde la estructura de nuestro ADN, y como ésta se configura, hasta en el movimiento de los infinitos cuerpos celestes que forman el universo; pasando por cosas tan cotidianas como el vender y comprar, el usar un computador o un celular, el enviar un mensaje de voz, e incluso en el hecho de que esté leyendo está columna en digital, dónde cada una de las letras que ve no son más que una combinación de 1 y 0, y la pantalla que está usando es en el fondo una matriz en la cual, cada una de sus diminutos entradas (píxeles) corresponde un color.
Lo importante es entonces entender que la matemática, y sus objetos, no son solo ecuaciones y aburridos cálculos plasmados en un cuaderno, ¡muy por el contrario! tienen que ver con un lenguaje con el cual representar y entender los más amplios y profundos fenómenos de la realidad.
Pero en esta ocasión, más allá de plantear esta presencia que tiene la matemática en todo lo que nos rodea, y su rol innegable en el desarrollo de la ciencia y la tecnología, me quiero centrar en lo que la matemática nos deja. Porque probablemente más de alguien se cuestionó alguna vez por qué tenía que aprender matemática, y se quedó con la amarga sensación de que esos extraños símbolos y ecuaciones no le serían mayormente útiles. En realidad, y en esto una particular opinión, no aprendemos matemática por el uso práctico que le podamos dar. Aprendemos matemática porque desarrolla en nosotros habilidades de pensamiento lógico-matemático, que nos permiten entender e interpretar la información que se nos entrega, tomar decisiones, ser entes críticos y capaces de entender lo que a nuestro alrededor ocurre, y genera en nosotros, siendo quizás una de las principales razones de ser de la matemática, la habilidad de resolver problemas.
Por último, y con la intención de reforzar esta idea, me permito citar a Kevin, un pequeño estudiante del Colegio Puertas Negras, quien, creo que con mucha más certeza que yo, pidió la palabra en una charla que dicté en su colegio (donde intentaba plasmar estas mismas ideas), y me abofeteo con una frase que probablemente nunca voy a olvidar, y que creo que resume muy elocuentemente lo que intenté decir en aquella charla, y lo que hoy plasmo en estos párrafos. Cito textual, “Tío, entonces las matemáticas sirven para que no nos hagan tontos”.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.