Discurso Rector Diego Durán
Querida comunidad,
Sin duda este es un discurso y cuenta especial, ya que, si bien es cierto, la tradición académica establece que, en el día de San Agustín, patrono de nuestra institución, celebramos un nuevo aniversario de la universidad y el rector da cuenta pública del último año de ejercicio, hoy me tomaré una licencia sobre ese aspecto, dando cuenta de un gran ciclo de 10 años que Dios me ha permitido servir a la comunidad desde el honor de este sitial.
Ahora bien, estructuraré la presentación desde la puesta en común de los que a mi juicio han sido hitos relevantes de estos 10 años para luego terminar con la habitual reflexión que me he permitido hacer en cada ocasión y que hoy, siendo la última, abordaré con mayor atención y sensibilidad. Desde ya pido disculpas si durante el discurso la voz pierde fuerza o se ve afectada por la gran emoción que siento en este instante.
Antes de iniciar con lo propuesto, quisiera agradecer esta maravillosa experiencia de 10 años. A Dios en primer lugar, pues me invitó a ser parte de este hermoso proyecto siendo yo profesor de matemática y rector de un colegio en la quinta región del país, ¿quién se podría haber imaginado este tamaño paso laboral? Sin duda, el colega, quién me invitó proponiendo mi nombre como posible y que luego se tradujo, por parte de la institución, en una invitación para participar de este proceso, hecho que seguramente estuvo fuera de toda lógica en su momento y que generó mucha incertidumbre o desconfianza en la institución como me lo hicieron saber de manera directa en las primeras reuniones que tuve con grupos de académicos. Por eso, mis primeros agradecimientos son a Dios, pues Él hace maravillas y nuevas todas las cosas y nos sorprende con detalles o experiencias como la señalada.
Agradecer a mi esposa y familia, una experiencia como esta no se puede vivir solo, ya que las consecuencias, esfuerzos y dificultades son compartidas y a ellos les tocó no sólo disfrutar lo bueno, sino que también sufrir y ser solidarios en lo malo. A mis hijos especialmente que tuvieron que sufrir el cambio de un lugar a otro y, además, separarse de sus hermanos mayores lo que hasta hoy es un dolor que guardan en el alma. Gracias por sostenerme durante todo este tiempo.
Al gran Canciller de la UCM, monseñor Galo Fernández por la compañía y confianza depositada desde su llegada como administrador apostólico hace cuatro años. También quisiera hacer mención con gratitud a monseñor Horacio Valenzuela que en dos ocasiones tuvo que dar un salto de confianza sobre mi persona al nombrarme Rector.
A mis vicerrectores, Mary Carmen, María Teresa y Pablo, ya que sé que ha sido un tiempo de mucho esfuerzo, mucho trabajo y donde cada uno ha dado lo mejor para beneficio de la institución y del proyecto. Gracias por haber querido compartir conmigo sus habilidades y experiencias, también a sus familias por “aguantarlos” y sostenerlos durante todo el tiempo que han servido y seguirán haciéndolo a la institución. También a todos los que en algún momento formaron parte de este equipo: Marcelo Romero, Claudia Concha, Pilar Zamora, Marcelo Castillo, Mariano Varas, Juan Antonio Gutiérrez, Paulina Espinoza y Víctor Hugo Monzón. A todos y cada uno los recuerdo con gratitud.
A mis directores y delegado que son parte de rectoría, Pilar, Karin, Jeannette, Jorge, Andrea y Patricio. Muchas gracias por todos los logros obtenidos, por las conversaciones realizadas y por habernos sostenido mutuamente en las vicisitudes organizacionales. Gracias, muchas gracias por su profesionalismo.
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