Un viaje lleno de paz
Cuando la fe y el amor a Dios se viven en comunidad, toda experiencia se vuelve imborrable: los recuerdos de todos se transforman en uno solo. Eso fue lo que ocurrió el pasado martes cuando funcionarios, académicos y sus familias viajaron a Santiago a la homilía del Papa Francisco.
Un verdadero peregrinaje significó llegar a su encuentro, pero cuando algo vale la pena, no importan los sacrificios. Fue así como salimos a eso de la medianoche desde Curicó (en Talca una hora antes) para llegar al Parque O’Higgins pasada las 03 de la madrugada.
Fueron cerca de dos horas de espera para entrar al recinto y unas tres horas más antes de que empezara la misa. Debido al gran tumulto de gente, no pudimos quedar sentados en el mismo sector, pero todos estábamos en sintonía, hasta ese momento, con ansias, cansancio y mucho frío.
Estábamos tan lejos del altar que la ilusión de verlo directamente era casi nula, debíamos conformarnos con visualizarlo en las pantallas gigantes. Sin embargo, a eso de las 10 de la mañana anunciaron por altoparlantes que el Papa pasaría por los caminos que rodeaban el recinto.
Y fue así que, como de milagro, el papamóvil pasó justo donde estábamos. En lo personal, nunca pensé que la emoción sería tan grande: mi corazón latía a mil por hora, era una alegría extrema, fue inevitable llorar de emoción.
Lo que siguió fue maravilloso. Escuchar el relato de las bienaventuranzas, en el que el Papa nos invitaba a trabajar por otros, a ver a nuestro vecino o colega como un hermano hace mucho sentido en nuestro quehacer universitario. El mensaje de luchar por la paz y por el bien común, no es más que una invitación a seguir fortaleciendo nuestra comunidad UCM. Estoy muy agradecida de haber sido parte de este viaje tan enriquecedor.
Carolina Cáceres
Periodista