Análisis: “Normalización por control de la fuerza de infección”
Dr. Fernando Córdova Lepe y Dra. M. Teresa Muñoz Quezada, Línea Análisis Epidemiológico, Doctorado en Modelamiento Matemático Aplicado, Universidad Católica del Maule.
Considerando que a nivel país el número de contagiados diarios ha descendido varios peldaños, que la economía de las familias ya está consumiendo las reservas hace un tiempo adjetivadas como intocables y que, debido al confinamiento, el elástico de la convivencia tolerante al interior de muchos hogares se torna más delgado, es razonable pensar en bajar las tensiones, permitiendo paso a paso como se ha insistido, ir relajando las restricciones a la circulación y así entrar nuevamente a la arena en la que laboramos y nos recreamos.
¿Qué debemos hacer para continuar con la tendencia a la baja pero en simultáneo recuperar algún nivel de normalidad? En el escenario de nuestra acción, digamos fríamente como en un tablero de juego, hay tres tipos de fichas: los susceptibles de enfermar, los individuos con capacidad de infectar y aquellos que habiendo enfermado (recuperados) tienen un grado de inmunidad temporal, de la cual no sabemos cuán extensa es en el tiempo.
Según una revisión realizada por el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC)[1], la presencia de anticuerpos contra el virus SARS-CoV-2 (que provoca el COVID-19) no significa inmunidad inmediata o directa y todavía no se ha logrado establecer desde la evidencia la protección para el COVID-19. Sin embargo, existen algunos datos esperanzadores, como el resultado de seropositividad que se encontró en una pequeña localidad de Austria, Ischgl, que fue muy afectada por el COVID-19 y alcanzó en un estudio longitudinal con 1500 pacientes un nivel de anticuerpos positivos de un 42%, pero la duración la inmunidad aún no es clara, se ha visto que los anticuerpos a otros coronavirus disminuye en el tiempo y se han observados reinfecciones, los anticuerpos IgM e IgG del SARS-CoV-2 pueden permanecer por 7 semanas, por otro lado, en el SARS-CoV-1 la inmunidad natural puede durar incluso un año. En ese sentido, se hace necesario levantar estudios longitudinales que realicen seguimiento seroepidemiológico de la inmunidad de una cohorte de pacientes durante un periodo prolongado para evaluar su duración en el caso del COVID-19. Por lo tanto, la principal preocupación, son los susceptibles a enfermar y que presentan otros factores de riesgo que podrían agravar un Síndrome Respiratorio Agudo Grave.
El control de COVID-19 ha estado principalmente centrada en el retirar las fichas del tablero. ¿Qué hacer ahora si estamos pensando en que estas deben retornar? La clave parece ser en mantener el control sobre la componente de la fuerza de infección que hace referencia al espacio público. Es decir, en planificar un retorno que asegure no aumentar la probabilidad que un susceptible resulte infectado al entrar en circulación. Algo imposible si no tenemos en mente la idea de suma cero, esto es relajo por un lado, debo apretar compensatoriamente por otro, y esto solo para empatar (dejar los contagios y sus ritmos como están). Para ganar, estos esfuerzos deben ser considerablemente mayores.
Los factores que determinan la fuerza de infección se agrupan en tres: [A], la tasa de contacto, es decir, el número de contactos relevantes (por debajo del distanciamiento aconsejado) de un susceptible con otras personas; [B], la probabilidad que dado un contacto con otro, este último sea un caso activo (es decir, infectado con capacidad de infectar), y [C], la probabilidad que dados [A] y [B], esto es, habiéndose topado el susceptible con un infectivo, este contacto se traduzca efectivamente en contagio.
Hoy buena parte de las personas estamos, en forma directa, fuera de la convivencia física en el espacio público, aunque el disminuir la movilidad ha tenido un alto costo. Sin embargo, el integrar cada vez más personas a la circulación sin que el factor [A] suba es muy difícil, pese a las instrucciones de mantener el distanciamiento, de modo que los contactos no entren a la categoría de relevantes. Observemos que pensando solo en el error involuntario estos contactos ocurrirán y serán mayores mientras en cuanto más fichas existan en el tablero y más rápido sea su circular. No hay cómo [A] no suba, el punto es mantenerlo acotado para compensarlo con los factores [B] y [C]. En este sentido la labor educativa para insistir en el distanciamiento debe intensificarse, dejar más calles a lo peatones en las áreas de servicio, aumentar y mejorar las demarcaciones de los espacios en la interacción cliente-servidor, igual esfuerzo en colas de esperas o implementar su anulación, tender al sentido único de tránsito para evitar la aproximación frontal, etc.
Respecto al factor [B], que aumenta con la presencia de activos (los que contagian), el detectarlos rápidamente y conocer con quienes tuvo contacto estrecho es clave, para poder retirarlos de circulación. Sin embargo, como se trata de compensar, se debe evitar aumentar la componente familiar o residencial de la fuerza de contagio. En lo ideal los nuevos contagiados deben ser detectados para un real aislamiento, nos referimos en residencias COVID-19. En principio esto tiene un importante costo financiero, pero que se compensará con creces en el mediano plazo. Se trata de aumentar la detección y la trazabilidad, pero esto no solo para saber dónde están y hacer el ejercicio estadístico, sino para un retiro efectivo no a su casa donde hay otras personas que han comenzado a circular y donde no es tan obvio cómo, si ya soltaron amarras, volver a reanudar. Aumentar la presunción personal del contagio, la consulta para el diagnóstico temprano y el aislamiento dentro de la misma residencia previo al resultado del test ayudaría a disminuir este factor.
En cuanto al factor [C], es decir, si ya ocurrió que el susceptible tuvo la mala fortuna de tener un contacto relevante con un activo ¿Qué hacer? En este escenario, nuevamente el tema es principalmente educativo. Se trata de bajar [C], esto es, el bloquear el paso del patógeno que está al alcance de un nuevo hospedero. Insistir en el uso de mascarillas y pantallas de protección facial, el lavado de manos, la limpieza y desinfección de superficies, no llevarse las manos a la cara, la desinfección de ropas y objetos adquiridos al volver a casa. Todo lo que usted imagine necesario hacer para evitar la entrada de SAR COV-2 a su cuerpo y a su casa, y no implique otros riesgos, hágalo.
Los contactos estrechos, factor [A], aumentarán. La fuerza de contagio para mantenerse acotada o disminuir, ha de ser a condición de intensificar las geometrías, dinámicas y conductas públicas que permitan disminuir los factores [B] y [C]. No sacar una de las manos que contienen hoy la propagación sin poner otras que mantengan dicha sujeción.
Notemos que la fuerza de infección necesita de susceptibles sobre los que actuar. Cuando existen vacunas aunque exista una importante fuerza de infección, poco importa, pues lo que hace la inmunización es disminuir considerablemente los sujetos sobre los que esta fuerza realiza su acción. En el contexto COVID-19 no hay aún vacunas, por lo que es natural preguntarse si ha disminuido el número de susceptibles. La respuesta es afirmativa, hay menos pues hay más recuperados, pero ¿por cuánto tiempo? Nos introducimos entonces al terreno de la inmunidad que hablamos más arriba, si el flujo de recuperados va a entrar tarde o temprano a engrosar el número de susceptibles, al mantenerse una fuerza de infección significativa, nos referimos al producto [A][B][C], habrá una circularidad (rebrotes) del proceso garantizada con la actual cepa.
Al día de hoy el porcentaje de casos confirmados en el Maule con respecto a la población es de 0,7%, versus la Región Metropolitana que es de 3,3% y del país que es de 1,9%, esto quiere decir, que si por ejemplo, se levantan las medidas de distanciamiento social y de confinamiento moderado y focalizado en el Maule, sin una posible seguridad de inmunidad y no se levantan protocolos eficientes (disminuir [B] y [C]), mantendremos una fuerza de infección y una población susceptible importante, que se traducirá muy probablemente en aumento significativo de casos, que posiblemente nos derive en una vuelta a las medidas restrictivas que actualmente tenemos. Un ejemplo sería la vuelta a clases de los escolares, principalmente de los primeros ciclos de enseñanza básica, quienes, por sus características, les dificulta cumplir con las recomendaciones y protocolos e incrementan el factor [A] que mencionábamos, y por lo tanto, implicaría un aumento de la fuerza de infección.
En el largo plazo, hacer el camino del paso a paso para retornar a las mismas causas de nuestros males sanitarios, sociales y ambientales (elementos todos interconectados) no hace mucho sentido, pues tarde o temprano, repetiremos los efectos. Necesitamos una nueva normalidad, una socialmente responsable y que respete los equilibrios de las formas de vida y sus espacios naturales. En lo inmediato, hoy no sabemos muy bien cuánto tiempo dura la inmunidad del recuperado, es prudente que en la reactivación de la actividades la autoridad sanitaria no apueste mayoritariamente a que la variable susceptible vaya ir a la baja. En el estado que estamos y con el conocimiento avanzado, nuestra recomendación es seguir la vía del control de la fuerza de infección, como ha sido dicho, el producto de los factores [A], [B] y [C]. Si una región o comuna no tiene claro cómo medianamente medirlos ni llevarlos a la baja, que no arriesgue.
[1] https://www.ecdc.europa.eu/en/covid-19/latest-evidence/immune-responses