“Las universidades están experimentando las consecuencias de su propia capacidad de innovación” - Universidad Católica del Maule
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“Las universidades están experimentando las consecuencias de su propia capacidad de innovación”

“Las universidades están experimentando las consecuencias de su propia capacidad de innovación”
11 Nov 2025

 

En entrevista, el politólogo, académico y exministro de Universidades de España, doctor en Ciencias Económicas por la U. de Barcelona, Dr. Joan Subirats, compartió su análisis acerca del rol de las universidades en el escenario internacional actual, el aporte a la sociedad desde la ciencia y la tecnología, entre otros temas. 

– Para comenzar esta conversación ¿podría explicarnos por qué sostiene que estamos frente a un cambio de época? 

Creo que la primera distinción importante es entender que no es lo mismo una época de cambios que un cambio de época. Una época de cambios es aquel período en el que se van produciendo transformaciones en distintos ámbitos de la vida de las personas. Pero un cambio de época es un momento histórico en el que, de manera simultánea, se acumulan muchos elementos de transformación que modifican de forma radical las maneras de vivir y de trabajar. Así ocurrió, por ejemplo, con la máquina de vapor, el molino, el fordismo o la Revolución Industrial. Y hoy, estamos viviendo algo similar con la revolución digital y el impacto de la tecnología. Todo se reconfigura, y por eso hablamos de un cambio de época: porque debemos repensar muchas cosas. En la conversación que tuvimos en el Aula Magna de la UCM, mencionaba a Madeleine Albright, quien decía que nos enfrentamos a los problemas del siglo XXI con ideas del siglo XX y con instrumentos del siglo XIX. Esa frase resume muy bien lo que significa un cambio de época. 

– En este contexto ¿cuál es el rol que están jugando las universidades y qué ventajas comparativas poseen frente a este nuevo escenario tecnológico y competitivo? 

Las universidades tienen una ventaja innegable. Es difícil encontrar instituciones que se mantengan vivas y relevantes durante más de mil años; eso ya demuestra solidez, resiliencia y capacidad de adaptación. Por tanto, debemos confiar en su habilidad para ajustarse a esta nueva realidad. El desafío adicional radica en que este cambio de época está marcado por la sociedad del conocimiento, donde se ha transformado profundamente el acceso al saber. Antes, una de las claves de las universidades era ser la puerta de entrada al conocimiento. Hoy, como señalan algunos autores, la universidad ha perdido ese monopolio tanto en el acceso como en la difusión del conocimiento. Por eso, debe aprender a convivir con una mayor pluralidad de actores y redefinir su papel en un escenario más complejo, donde entran en juego factores como la presencialidad, la educación a distancia y las nuevas formas de aprendizaje. 

– Y en ese sentido, estas bases no habrían sido posibles sin el trabajo en ciencia básica o aplicada, ¿verdad? 

Evidentemente. Podríamos decir incluso que las universidades están experimentando las consecuencias de su propia capacidad de innovación. El progreso científico se ha construido sobre la base de la reflexión crítica y de la formulación constante de nuevas preguntas. Como decía Karl Popper, la ciencia avanza al poner a prueba lo que antes se consideraba cierto. Esta actitud crítica y reflexiva otorga a la universidad una resiliencia y una capacidad de resistencia mayores que las de muchas otras instituciones. 

– Entonces, el impacto de la inteligencia artificial o la tecnología no debería ser necesariamente negativo. Usted habla más bien de una integración. 

Exacto. La universidad no puede seguir haciendo lo mismo como si nada hubiera cambiado, porque su función de intermediación está siendo desplazada. Hoy existen muchos otros vectores que facilitan el acceso al conocimiento. Pero si acepta ese reto, podrá encontrar nuevas formas de demostrar su capacidad de adaptación. Y eso implica incorporar el Big Data, Internet y la Inteligencia Artificial a sus propios procesos de generación y difusión del conocimiento, siempre desde una perspectiva crítica que cuestione las verdades absolutas. 

– ¿Diría usted que esto también toca el modelo de gobernanza universitaria? 

Sin duda. La gobernanza es un tema complejo, porque existen muchos modelos distintos: algunos más democráticos, otros más jerárquicos o mixtos. La pregunta es cuál de ellos permite una adaptación más flexible a la nueva realidad. Los modelos más participativos integran la complejidad de la comunidad universitaria, pero a veces se vuelven más conservadores, ya que equilibrar intereses puede ralentizar la innovación. En cambio, los modelos jerárquicos suelen permitir cambios más rápidos, aunque con menor aceptación interna. Cada institución debe encontrar su propio equilibrio y adoptar la forma de gobernanza más adecuada a su contexto. 

– En cuanto al modelo de negocio universitario ¿debería cambiar la manera en que se imparten los programas formativos en Chile, por ejemplo, avanzando hacia sistemas más basados en certificaciones como ocurre en España? 

No existe una respuesta única. A nivel global, hay una enorme diversidad de modelos. Tanto el sistema español como el chileno son más regulados, mientras que otros se rigen principalmente por el mercado. Personalmente, creo en una combinación equilibrada entre regulación y flexibilidad. La regulación es necesaria para definir reglas claras y garantizar estándares comunes, pero no debe sofocar la innovación. Ese equilibrio es difícil de alcanzar, aunque fundamental para avanzar. 

– Desde una mirada más internacional ¿cómo observa la relación entre universidad y democracia en el mundo actual? 

Es un tema muy preocupante. En nombre de la libertad, se están restringiendo libertades. Hemos visto ataques a universidades como Columbia, Harvard o California, basados en valores que contradicen la esencia misma de la universidad. Por ejemplo, se ha cuestionado el trabajo en equidad, inclusión y diversidad, cuando precisamente esas dimensiones han sido fundamentales para el crecimiento de la educación superior durante el último siglo. Las universidades se han fortalecido al incluir a más personas, al democratizar el acceso, al reconocer la diversidad de género y la presencia de minorías. Por eso, los ataques a la libertad de cátedra o al pensamiento crítico, en nombre de la libertad, resultan profundamente inquietantes. Este fenómeno no se limita a Estados Unidos; se está extendiendo. Y exige que las universidades refuercen su compromiso con la democracia y con la apertura del conocimiento. 

– Usted mencionaba también una brecha entre el conocimiento científico y su impacto real en la sociedad. 

Sí, existe una diferencia significativa entre la capacidad de generar conocimiento y su influencia en las políticas públicas o en la mejora de las condiciones de vida. La ciencia ha avanzado mucho más rápido que su capacidad de transformar la realidad. Y esto debería llevarnos a reflexionar sobre el sentido de investigar y publicar si luego ese conocimiento no tiene un retorno social. 

En la mayoría de los casos, las investigaciones se financian con fondos públicos, y muchas veces se paga para publicar en revistas “de acceso abierto” que no siempre lo son realmente. Todo esto genera una paradoja difícil de justificar. La comunidad universitaria debe asumir que tiene un compromiso de retorno con la sociedad. No se trata de renunciar a la ciencia básica —que sigue siendo esencial—, sino de incorporar también la dimensión del impacto social y de la transferencia del conocimiento. 

– ¿Qué nos puede adelantar de su próximo libro que está preparando? 

Es un libro que saldrá a comienzos del próximo año, publicado por la editorial Anagrama, y se titulará La brecha entre saber y hacer. Explora precisamente esa distancia entre la investigación científica y la formulación de políticas públicas, buscando mayores niveles de comprensión, confianza y articulación entre el mundo académico, el científico y el político. En definitiva, intenta tender puentes para que la ciencia influya más directamente en la transformación de nuestras sociedades. 

– Finalmente, la Universidad Católica del Maule se encuentra en pleno proceso de autoevaluación y avanzando en su Plan de Desarrollo Estratégico al 2028 ¿Qué consejo les daría para los próximos años? 

Lo que más destacaría de mi visita es el fuerte compromiso regional de la UCM. Ese vínculo histórico y territorial con la comunidad debe ser visto como una fortaleza, no como una limitación. No se trata de elegir entre ser una universidad local o global: se puede ser global desde una sólida inserción local, poniendo en valor a nivel internacional lo que se construye en el territorio. En un país tan centralizado como Chile, las universidades regionales cumplen un rol fundamental en la cohesión social, en la proyección del territorio y en el desarrollo sostenible. Por eso, la UCM debería seguir fortaleciendo sus alianzas locales y comunitarias, de modo que cuando la universidad demande mayor atención, lo haga acompañada de otros actores que demuestren su relevancia para toda la región. 

 

 

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