Opinión: El sabotaje del locus de enunciación: Sergio Micco y los Derechos Humanos - Universidad Católica del Maule
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Opinión: El sabotaje del locus de enunciación: Sergio Micco y los Derechos Humanos

Opinión: El sabotaje del locus de enunciación: Sergio Micco y los Derechos Humanos
8 May 2020

Javier Agüero Águila, director de Departamento de Filosofía de la Universidad Católica del Maule.

En la novela Mañana en la batalla piensa en mí (1994) del español Javier Marías, el narrador Víctor Francés dice –ya bien adentro en el relato–: “Nada se cuenta dos veces de la misma forma, ni con las mismas palabras, ni siquiera si el que cuenta dos veces es la misma persona”. Si seguimos este hilo narrativo, las historias, los hechos y por supuesto los Derechos Humanos pueden ser, incluso por un mismo relator, contados de diferentes maneras dependiendo del lugar simbólico desde donde emerge su discurso (locus de enunciación). En este sentido es que quisiera, brevemente, aportar una consideración sobre los dichos de Sergio Micco en relación a los Derechos Humanos.

Recordemos las declaraciones hechas por Micco el 2 de mayo pasado en el Mercurio y que incendió la pradera pública: “no hemos hecho lo suficiente para comunicar (a los jóvenes) una de nuestras verdades: no hay derechos sin deberes”. Más allá de que la frase es profundamente errónea, puesto que desconoce la condición inalienable de los Derechos Humanos, es decir, niega implícitamente que estos vienen adheridos a hombres y mujeres desde que nacen, antes de que se enfrenten a toda la batería de deberes que la sociedad les exigirá en el mundo occidental liberal, esto no es lo que me produce más asombro. Tampoco pienso que Micco es necesariamente un negacionista o un infiltrado de la derecha dura como han sostenido las posiciones más radicales a sus declaraciones. No me convence, igualmente, el titular de la entrevista hecha por El Mercurio en una apuesta claramente arbitraria e ideológica por parte de este medio. Lo que me asombra fuertemente, es cómo en Micco se mezclan los locus de enunciación, construyendo con sus declaraciones una zona para que, definitivamente, la reacción de un sector de la sociedad se justifique y lo pasee por el paredón público (me incluyo).

La noción de lugar o locus de enunciación aparece permanentemente en la obra de Walter Mignolo, semiólogo argentino de la universidad de Duke quien la utiliza, principalmente, para desarrollar sus investigaciones en el ámbito de la teoría decolonial (se le podría atribuir igualmente a Foucault, pero éste habla más bien de “formaciones discursivas institucionales” y no del “decir” individual). A grandes rasgos, la categoría nos remite a una espacialidad específica al momento que algo es dicho. No nos referimos a una espacialidad física, sino a una que supone un complejo entramado cultural y simbólico que impulsa el decir lo que decimos de una manera y no de otra. Hablamos del locus como una zona densa y estructural (ideológica, política) en la cual se coordinan y comprometen los elementos que, posteriormente, definirán los discursos. En resumen, el locus expresa el origen cultural que se manifiesta en el discurso individual.

En este sentido Micco habló desde su locus político y no desde el locus que debiera expresarse, a través de su relato, como director del Instituto Nacional de Derechos Humanos. De esta manera, sus declaraciones son incomprensibles, escandalosas e inaceptables, puesto que relativizan el horizonte de interpretación de los Derechos Humanos mismos. Habló desde el entramado cultural propio de un demócrata cristiano, dejando ver en sus dichos un conservadurismo que jamás debiera teñir el discurso absolutamente singular que se vincula a la naturaleza misma de estos derechos. Mezcló los locus y construyó una zona bizarra, extraña que deja a los DDHH a la intemperie, sujetos de la normatividad, de las exigencias sociales y condicionadas a una “deberología” que no se emparenta con ellos ni con su profundo esencialismo. La inalienabilidad de los DDHH implica que, hasta el más cruel de los violadores, hasta el más brutal de los enajenados torturadores, los posee, y para esto no se le exige haber cumplido ningún deber previo como, por ejemplo, el de respetar la vida.

Recordemos además que en el momento más intenso del estallido social y donde se multiplicaron los abusos a lo largo y ancho de Chile, Micco sostuvo que los Derechos Humanos “no eran violados sistemáticamente”.

En fin, tal como señalaba Ferdinand de Saussure, el extraordinario lingüista suizo: “Lejos de preceder el objeto al punto de vista, se diría que es el punto de vista el que crea el objeto”. Micco con sus palabras crea un objeto que desplaza a los Derechos Humanos de su lugar original, es decir, el de su inalienabilidad y esto, sin lugar a dudas, viniendo del director de la entidad a cargo de protegerlos es, al menos, grave.

 

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.

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